Tabla de Contenidos
La Iglesia ante una Nueva Transición
El hipotético fallecimiento del Papa Francisco, un pontífice cuyo ministerio ha marcado profundamente a la Iglesia Católica con su llamado a ser una «Iglesia en salida», sumiría a los fieles en un tiempo de duelo, pero simultáneamente abriría un período crucial de oración, discernimiento y esperanza. La partida del Obispo de Roma significa el inicio de un proceso ancestral y meticulosamente regulado para elegir a su sucesor, el nuevo Vicario de Cristo y cabeza visible de la Iglesia. Este período se conoce como Sede Vacante, el tiempo en que el trono de Pedro está vacío. La elección misma se lleva a cabo en una asamblea solemne y secreta: el Cónclave.
Comprender cómo se elige al Papa no es solo conocer un procedimiento canónico; es adentrarse en una tradición cargada de historia, simbolismo y profunda significación teológica. Las normas que rigen la elección del Papa, principalmente contenidas en la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, buscan garantizar la libertad de los electores y la guía del Espíritu Santo en la elección del sucesor del Papa Francisco. Para los lectores de www.iglesiaensalida.com, este evento resuena de manera especial. La elección del nuevo Pontífice tiene implicaciones directas en la continuidad de la misión evangelizadora en el mundo contemporáneo, una misión que Francisco impulsó con vigor. Este artículo explorará detalladamente las fases de este proceso sagrado, desde la Sede Vacante hasta el anuncio del Habemus Papam, analizando el papel de los Cardenales electores, los rituales como la fumata blanca, y reflexionando sobre su significado espiritual en el contexto de una Iglesia llamada a ir hacia las periferias, guiada por el Espíritu Santo.
Sede Vacante: El Tiempo de Espera y Oración
El período que se abre inmediatamente tras la muerte (o, como en el caso de Benedicto XVI, la renuncia) del Romano Pontífice se denomina Sede Vacante, que literalmente significa «sede vacía». Es un interregno durante el cual la autoridad suprema del Papa cesa y la Iglesia entra en un tiempo de espera, oración y preparación para la elección del sucesor.
El Rol del Cardenal Camarlengo
En este tiempo, una figura clave emerge: el Cardenal Camarlengo de la Santa Iglesia Romana (actualmente, el Cardenal estadounidense Kevin Farrell). A él le corresponden tareas fundamentales y simbólicas:
- Constatar la Muerte: Debe verificar oficialmente el fallecimiento del Papa. La tradición incluía llamarlo tres veces por su nombre de pila, aunque este rito específico puede variar. Esta constatación se realiza en presencia de testigos cualificados como el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias.
- Sellado y Anuncio: Procede a sellar los aposentos privados del Papa. Comunica oficialmente la noticia del deceso al Cardenal Vicario para la diócesis de Roma, a la ciudad y al mundo.
- Destrucción de los Símbolos: Una de sus tareas más significativas es organizar la destrucción del Anillo del Pescador (símbolo personal del Papa y de su autoridad) y el sello oficial de plomo utilizados durante el pontificado que acaba de concluir. Este acto marca formalmente el fin del reinado papal.
- Administración Temporal: Durante la Sede Vacante, el Camarlengo administra los bienes y derechos temporales de la Santa Sede, asistido por otros tres Cardenales (elegidos por sorteo), aunque su poder es limitado.
- Convocatoria: Informa al Cardenal Decano para que convoque a todos los Cardenales del mundo a Roma.
El Gobierno Temporal: El Colegio Cardenalicio y el Nihil Innovetur
Durante la Sede Vacante, el gobierno ordinario de la Iglesia recae sobre el Colegio Cardenalicio en su conjunto, pero con poderes estrictamente limitados. Su función principal es despachar los asuntos ordinarios o inaplazables y, sobre todo, preparar todo lo necesario para la elección del nuevo Papa.
Un principio fundamental rige este período: Nihil innovetur, es decir, «nada debe innovarse». Esto significa que el Colegio Cardenalicio no puede tomar decisiones importantes reservadas al Papa, ni modificar leyes pontificias, especialmente las normas elección Papa contenidas en Universi Dominici Gregis. Cualquier intento de hacerlo sería nulo e inválido. La mayoría de los jefes de los dicasterios (ministerios) de la Curia Romana cesan automáticamente en sus cargos, con excepciones notables como el propio Camarlengo, el Penitenciario Mayor (encargado de asuntos del fuero interno) y el Cardenal Vicario de Roma.
Esta rigidez canónica, diseñada para proteger la autoridad papal incluso en su ausencia y evitar cambios apresurados o interesados, refleja una profunda continuidad. Sin embargo, la Iglesia también muestra capacidad de adaptación práctica. Por ejemplo, Benedicto XVI modificó la norma sobre el inicio del Cónclave: aunque se mantiene la espera de 15 días completos para permitir la llegada de todos los Cardenales, el Colegio puede decidir anticipar el inicio si consta que todos los electores ya están presentes en Roma, o retrasarlo por motivos graves, sin superar nunca los 20 días desde el inicio de la Sede Vacante. Este ajuste reconoce las realidades del transporte moderno y busca un equilibrio entre la tradición y la necesidad de no prolongar indebidamente la vacancia de la Sede Apostólica.
Ritos y Preparativos
El período de Sede Vacante está marcado por ritos solemnes y reuniones preparatorias:
- Exposición y Funeral: El cuerpo del Papa difunto se expone en la Basílica de San Pedro para la veneración de los fieles. Los funerales solemnes se celebran entre el cuarto y sexto día después de la muerte, seguidos por los Novemdiales, nueve días consecutivos de misas solemnes en sufragio por el alma del Pontífice. Siguiendo sus deseos, el Papa Francisco dispuso un funeral más sencillo y ser enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor en Roma.
- Congregaciones Generales: Desde los primeros días de la Sede Vacante, los Cardenales presentes en Roma se reúnen diariamente en Congregaciones Generales, presididas por el Cardenal Decano (actualmente, Giovanni Battista Re). Participan todos los Cardenales electores y aquellos no electores que lo deseen. En estas reuniones se tratan los asuntos prácticos (detalles del funeral, organización del Cónclave, presupuesto, alojamiento de los Cardenales en la Domus Sanctae Marthae) y se fija la fecha para el inicio de la elección. También son un espacio para el intercambio de ideas sobre la situación de la Iglesia y las cualidades deseables en el próximo Papa.
El Colegio Cardenalicio: Los Hombres que Eligen al Papa
La responsabilidad exclusiva de elegir al Romano Pontífice recae sobre el Colegio Cardenalicio. Históricamente, los Cardenales eran los principales clérigos (obispos, presbíteros y diáconos) de la diócesis de Roma y sus alrededores, actuando como consejeros y colaboradores cercanos del Papa. Aunque hoy provienen de todo el mundo, conservan simbólicamente un título ligado a una iglesia de Roma.
Requisitos para ser Cardenal
Los Cardenales, a menudo llamados «príncipes de la Iglesia» o «purpurados» por el color rojo de sus vestiduras (símbolo de su disposición a derramar la sangre por la fe), son nombrados libremente por el Papa en una ceremonia llamada Consistorio. Los requisitos canónicos para ser Cardenal, según el Código de Derecho Canónico (canon 351), son:
- Ser varón.
- Haber recibido al menos la ordenación sacerdotal (presbiterado).
- Destacar notablemente por su doctrina, buenas costumbres, piedad y prudencia en la gestión de asuntos.
- Normalmente, se elige a quienes ya son Obispos. Si un sacerdote es creado Cardenal, debe ser consagrado Obispo, aunque el Papa puede conceder una dispensa de este requisito.
- Su tratamiento protocolario es el de «Eminencia» o «Eminencia Reverendísima» si son obispos.
Los Cardenales Electores: Edad y Número
No todos los Cardenales participan en la elección del Papa. La norma actual, establecida por el Papa Pablo VI y confirmada en Universi Dominici Gregis, estipula que sólo tienen derecho a voto (elección activa) y a ser elegidos (elección pasiva, aunque teóricamente cualquier varón católico bautizado podría ser elegido Papa) aquellos Cardenales que no hayan cumplido los 80 años de edad antes del día en que la Sede Apostólica quedó vacante.
Además, Pablo VI fijó el número máximo de Cardenales electores en 120. Esta cifra buscaba equilibrar una representación suficiente de la Iglesia universal con un cuerpo electoral manejable para facilitar el consenso. Sin embargo, se observa una interesante dinámica en la práctica actual. Aunque la norma de los 120 electores sigue vigente en la legislación, el Papa Francisco, en sus sucesivos consistorios, ha nombrado un número de Cardenales que hace que el total de electores supere ese límite, situándose actualmente en torno a los 135-140. Al mismo tiempo, la Universi Dominici Gregis (modificada por Benedicto XVI) reafirma que ningún Cardenal elector (menor de 80 años) puede ser excluido de la elección por ningún motivo. Esta aparente tensión normativa sugiere que, en la práctica, el derecho individual del Cardenal menor de 80 años a participar prevalece sobre el límite numérico autoimpuesto por pontífices anteriores. Podría interpretarse como una decisión pontificia de facto que prioriza una representación más amplia y global del Colegio sobre una restricción numérica histórica, reflejando quizás la creciente universalidad de la Iglesia.
Composición Actual y la Huella de Francisco
El Colegio Cardenalicio actual refleja de manera significativa el pontificado del Papa Francisco. Él ha nombrado a la gran mayoría de los Cardenales que tendrían derecho a voto en un Cónclave inmediato, aproximadamente 4 de cada 5 electores.
La distribución geográfica de estos cardenales electores evidencia una clara tendencia hacia la universalidad y una menor preponderancia europea, aunque Europa sigue siendo el continente con mayor número de electores. Francisco ha buscado explícitamente nombrar Cardenales de las «periferias», incluyendo a muchos de países que nunca antes habían tenido un representante en el Colegio Cardenalicio.
Tabla: Distribución Geográfica Aproximada de Cardenales Electores (Abril 2025)
Región | Número Aprox. Electores | Porcentaje Aprox. | Creados por Francisco (Est.) | Creados por Benedicto XVI (Est.) | Creados por Juan Pablo II (Est.) |
Europa | ~53-54 | ~39% | ~33 | ~16 | ~4 |
Asia | ~23-24 | ~17% | ~22 | ~1 | ~1 |
África | ~18 | ~13% | ~17 | ~1 | ~0 |
América del Sur | ~18 | ~13% | ~16 | ~2 | ~0 |
América del Norte | ~16 | ~12% | ~13 | ~3 | ~0 |
América Central | ~4 | ~3% | ~4 | ~0 | ~0 |
Oceanía | ~4 | ~3% | ~4 | ~0 | ~0 |
Total | ~137 | 100% | ~109 (79.5%) | ~23 (16.8%) | ~5 (3.6%) |
Esta composición tiene implicaciones profundas. Un Colegio más globalizado, con voces provenientes de realidades eclesiales y culturales muy diversas, podría inclinar la balanza hacia un sucesor que continúe el énfasis de Francisco en la misión universal, la sinodalidad, la cercanía a los pobres y marginados, el diálogo interreligioso y una Iglesia menos eurocéntrica y más «en salida». La experiencia pastoral directa en las «periferias» que aportan muchos de estos nuevos Cardenales podría ser un factor determinante en las discusiones previas y durante el Cónclave. Sin embargo, esta misma diversidad también podría hacer más complejo alcanzar el consenso de dos tercios requerido, al coexistir diferentes visiones sobre las prioridades y el futuro de la Iglesia. La elección del próximo Papa será, sin duda, un reflejo de esta Iglesia cada vez más policéntrica.
El Cónclave: Encerrados «Bajo Llave» para Elegir al Papa
El Cónclave, término derivado del latín cum clave («con llave»), es la asamblea de los Cardenales electores reunida con el único propósito de elegir al nuevo obispo de Roma. El nombre alude directamente a la práctica del encierro, instituida formalmente en el siglo XIII para proteger la elección de interferencias externas y presionar a los Cardenales a llegar a una decisión sin demoras indebidas. El catalizador fue la larguísima elección de Viterbo (1268-1271), que duró casi tres años y sólo concluyó después de que los ciudadanos locales, exasperados, encerraron a los Cardenales, les redujeron las raciones de comida e incluso quitaron el techo del palacio donde se reunían.
Marco Normativo y Lugar
Hoy, el Cónclave está minuciosamente regulado por la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, promulgada por San Juan Pablo II en 1996, y actualizada con algunas modificaciones importantes por Benedicto XVI en 2007 y 2013.
La Constitución establece que la elección debe tener lugar dentro del territorio de la Ciudad del Vaticano, específicamente en la Capilla Sixtina. Este lugar icónico, adornado con los frescos de Miguel Ángel, se convierte en el corazón espiritual y operativo de la Iglesia durante la elección, quedando absolutamente reservado y aislado del exterior.
Para el alojamiento de los Cardenales electores y del personal esencial autorizado, se utiliza la Domus Sanctae Marthae. Esta moderna residencia, ubicada cerca de la Basílica de San Pedro, fue construida por voluntad de Juan Pablo II precisamente para ofrecer condiciones de alojamiento dignas y funcionales durante el Cónclave, superando las incomodidades de las celdas improvisadas en Cónclaves anteriores, como los de 1978 en los que él mismo participó. Las habitaciones, aunque confortables, no son lujosas y se asignan por sorteo a cada Cardenal. Desde allí, los Cardenales se trasladan a la Capilla Sixtina para las votaciones, generalmente a pie o en un pequeño autobús dispuesto para ello.
El Inicio del Cónclave: Ritos y Juramento
El día fijado para el inicio del Cónclave, que debe ser entre 15 y 20 días después del inicio de la Sede Vacante, comienza con solemnidad:
- Misa Pro Eligendo Papa: Por la mañana, los Cardenales electores concelebran la Misa Votiva «Para la Elección del Romano Pontífice» en la Basílica de San Pedro, pidiendo la asistencia divina para el proceso que van a iniciar.
- Ingreso en la Capilla Sixtina: Por la tarde, los Cardenales electores procesionan solemnemente desde la Capilla Paulina del Palacio Apostólico hasta la Capilla Sixtina. Durante la procesión, invocan la ayuda del Espíritu Santo cantando las Letanías de los Santos y el himno Veni Creator Spiritus.
Una vez dentro de la Capilla Sixtina, bajo la mirada del Juicio Final de Miguel Ángel, tiene lugar uno de los momentos más cruciales: el juramento secreto del Cónclave. Cada Cardenal elector, uno por uno, con la mano sobre los Evangelios, jura solemnemente observar fielmente las prescripciones de la Universi Dominici Gregis, mantener el secreto absoluto sobre todo lo que concierne a la elección, y no aceptar ninguna interferencia de autoridades civiles o de cualquier grupo externo. La fórmula incluye las palabras: «Et ego [nombre] Cardinalis [apellido] spondeo, voveo ac iuro…».
Tras el juramento de todos los electores, el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias pronuncia la orden ritual: “Extra omnes!” («¡Todos fuera!»). Todas las personas ajenas al Cónclave (incluidos los Cardenales no electores) deben abandonar la Capilla Sixtina, cuyas puertas se cierran entonces cum clave.
El Secreto Riguroso
El secreto es un elemento esencial del Cónclave, protegido bajo pena de excomunión latae sententiae (automática) reservada a la Sede Apostólica para quien lo viole. Se toman medidas extraordinarias para asegurar el aislamiento total: se prohíbe cualquier tipo de comunicación con el exterior (correspondencia, teléfono, internet), se instalan inhibidores de frecuencia para bloquear señales de móviles y otros dispositivos electrónicos, y se realizan controles técnicos para detectar micrófonos ocultos o cámaras. Solo un número muy limitado de personal de apoyo (médicos, personal de servicio, confesores, técnicos), que también deben prestar juramento de secreto, tiene acceso a las áreas restringidas.
Este énfasis extremo en el encierro y el secreto va más allá de la mera seguridad o de evitar filtraciones. Tiene un profundo significado espiritual y simbólico. El aislamiento del mundo exterior busca crear un espacio sagrado, un «cenáculo» moderno, donde los Cardenales, libres de presiones políticas, mediáticas o de cualquier otra índole mundana, puedan dedicarse exclusivamente a la oración y al discernimiento para identificar la voluntad de Dios sobre quién debe ser el Sucesor de Pedro. Es un ritual que subraya la convicción de que la elección papal, aunque realizada por hombres, es un acto fundamentalmente guiado por el Espíritu Santo, protegiendo así la dimensión trascendente del proceso.
La Votación: El Escrutinio Secreto en la Sixtina
Una vez que los Cardenales electores quedan aislados en la Capilla Sixtina, comienza el corazón del Cónclave: la votación del Papa para elegir al nuevo Sumo Pontífice.
Método Único: Per Scrutinium
La Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis es clara al establecer que la única forma válida para la elección del Romano Pontífice es per scrutinium, es decir, mediante escrutinio secreto. Con esto, quedaron formalmente abolidos otros métodos que existieron en la historia, como la elección por aclamación (llamada quasi ex inspiratione, donde los Cardenales proclamaron unánimemente a un candidato como inspirados por el Espíritu Santo) o por compromiso (per compromissum, donde se delegaba la elección en un pequeño grupo de Cardenales). Estos métodos ya estaban en desuso, pero su abolición formal subraya la importancia de la votación individual, secreta y ponderada.
Las Fases de Cada Votación
Cada acto de votación se desarrolla siguiendo un procedimiento Cónclave muy preciso, dividido en tres fases:
- Pre-escrutinio:
- Se preparan y distribuyen las papeletas de voto. Son rectangulares y llevan impresa en la parte superior la frase en latín: “Eligo in Summum Pontificem” («Elijo como Sumo Pontífice»). La mitad inferior queda en blanco para escribir el nombre del elegido.
- Mediante sorteo público entre todos los Cardenales electores, se designan nueve de ellos para funciones específicas durante esa sesión de votación (generalmente dos escrutinios seguidos): tres Escrutadores, encargados de recoger y contar los votos; tres Infirmarii, responsables de recoger los votos de los Cardenales enfermos que pudieran encontrarse en la Domus Sanctae Marthae y no puedan acudir a la Capilla; y tres Revisores, cuya tarea es verificar el trabajo de los Escrutadores y el resultado final del escrutinio. Si alguno de los sorteados está impedido, se sortea un sustituto.
- Escrutinio Propio:
- Cada Cardenal elector escribe en secreto el nombre de su candidato en la papeleta, procurando usar una caligrafía que no sea fácilmente reconocible.
- Dobla la papeleta (generalmente dos veces).
- Siguiendo un orden de precedencia, cada Cardenal se acerca al altar, donde se encuentra la urna y los Escrutadores. Antes de depositar su voto, sosteniendo la papeleta doblada en alto para que sea visible, pronuncia en voz alta el juramento: «Testor Christum Dominum, qui me iudicaturus est, me eum eligere, quem secundum Deum iudico eligi debere.» («Pongo por testigo a Cristo Señor, el cual me juzgará, de que doy mi voto a quien, en presencia de Dios, creo que debe ser elegido.»).
- Deposita la papeleta en la urna, a menudo utilizando un plato para deslizarla dentro.
- Si hay Cardenales enfermos, los Infirmarii acuden a la Domus Sanctae Marthae con una urna cerrada y papeletas para recoger sus votos, siguiendo un procedimiento que garantiza el secreto y la validez.
- Post-escrutinio:
- Una vez que todos los electores han votado, los Escrutadores mezclan y cuentan las papeletas para verificar que su número coincide con el de los electores presentes. Si no coincide, se queman las papeletas y se repite la votación inmediatamente.
- Si el número es correcto, se procede al escrutinio público (dentro de la Capilla). Un Escrutador abre cada papeleta, lee en voz alta el nombre del elegido y lo anota. Otro escrutador anota también los nombres leídos, y el tercero une las papeletas con aguja e hilo para conservarlas temporalmente.
- Finalizado el recuento, los Escrutadores suman los votos obtenidos por cada candidato.
- Los Revisores verifican tanto las papeletas como las anotaciones de los Escrutadores para asegurar que todo se ha realizado correctamente.
- Todas las papeletas y las notas de los Escrutadores son quemadas al finalizar la sesión de votación (generalmente después del segundo escrutinio de la mañana o de la tarde, o inmediatamente si hay elección en el primer escrutinio de la sesión).
Ritmo de Votación y Mayoría Requerida
El ritmo de las votaciones está establecido:
- La tarde del primer día del Cónclave se realiza un solo escrutinio.
- En los días sucesivos, se realizan cuatro escrutinios diarios: dos por la mañana y dos por la tarde.
Para que la elección del Papa sea canónicamente válida, se requiere una mayoría elección Papa muy específica: al menos dos tercios de los votos de los Cardenales electores presentes en ese momento en el Cónclave. Si, por ejemplo, estuvieran presentes los 137 electores actuales, se necesitarían 92 votos (137×2/3≈91.33, redondeado al entero superior). Esta regla de los dos tercios votos Papa fue enfáticamente reafirmada por Benedicto XVI en sus modificaciones a Universi Dominici Gregis. Con ello, eliminó una disposición anterior de Juan Pablo II que, en caso de bloqueo prolongado, permitía al Colegio Cardenalicio decidir si pasar a una votación por mayoría absoluta (la mitad más uno). La vuelta a la exigencia estricta de los dos tercios en todas las fases subraya la búsqueda de un consenso más amplio.
Procedimiento en Caso de Bloqueo
¿Qué sucede si pasan los días y ninguna candidatura alcanza los dos tercios requeridos? La Constitución prevé un procedimiento específico para superar posibles bloqueos:
- Si después de tres días de escrutinios (es decir, tras la votación de la primera tarde y las cuatro votaciones de los dos días siguientes, o un número similar de escrutinios si se sigue otro cómputo) no se ha producido una elección, las votaciones se suspenden por un día. Este día se dedica a la oración, la reflexión y el diálogo libre entre los Cardenales electores, bajo la guía del Cardenal Decano.
- Después de esta pausa, se reanudan las votaciones siguiendo el mismo sistema (cuatro al día) por un máximo de siete escrutinios. Si sigue sin haber elección, hay otra pausa de oración y diálogo, seguida de otros siete escrutinios, y así sucesivamente.
- Si tras estas series de votaciones y pausas (el número exacto de escrutinios antes de este paso final puede variar según interpretaciones, pero la norma modificada por Benedicto XVI en el número 75 de UDG es la referencia) persiste el bloqueo, se procede a una votación final entre los dos Cardenales que obtuvieron el mayor número de votos en el último escrutinio realizado. Sin embargo, es crucial destacar que, incluso en esta fase de «balotaje», para que la elección sea válida se sigue requiriendo la mayoría cualificada de al menos dos tercios de los votos de los Cardenales presentes y votantes. Además, los dos Cardenales que son objeto de esta votación final no tienen derecho a votar en ella (voz activa), aunque sí pueden ser elegidos (voz pasiva).
La insistencia en mantener la mayoría de dos tercios, incluso en la fase final de balotaje, es muy significativa. A diferencia de una mayoría simple, que puede reflejar una división casi por la mitad del electorado, los dos tercios exigen un nivel de consenso mucho más elevado y transversal dentro del Colegio Cardenalicio. Este mecanismo parece diseñado intencionadamente para evitar la elección de un Papa que genere una fuerte oposición interna desde el inicio de su pontificado. Busca asegurar que el elegido cuente con una base de apoyo sólida y diversa entre los electores, lo cual es fundamental para su autoridad moral y su capacidad de unificar a la Iglesia. Se podría ver como una disposición canónica que favorece la manifestación de una voluntad más unitaria, quizás reflejando la acción del Espíritu Santo, por encima de las posibles fragmentaciones o estrategias de bloques minoritarios.
Del Humo Blanco al «Habemus Papam»: Los Símbolos de la Elección
El Cónclave, a pesar de su riguroso secreto, se comunica con el mundo exterior a través de símbolos poderosos y universalmente reconocidos. Estos rituales marcan la culminación del proceso de elección del Papa resultado y anuncian la continuidad del ministerio petrino.
La Fumata: El Mensaje de Humo al Mundo
El símbolo más esperado y mediático es, sin duda, la fumata, el humo que sale de una chimenea instalada temporalmente en el techo de la Capilla Sixtina y visible desde la Plaza de San Pedro. Después de cada sesión de votación (normalmente dos veces al día, tras los escrutinios de la mañana y de la tarde), las papeletas utilizadas y las notas de los Escrutadores se queman en una estufa especial. El color del humo resultante indica si se ha alcanzado o no la mayoría necesaria:
- Humo Negro (Fumata Nera): Si el humo es negro, significa que ninguna candidatura ha obtenido los dos tercios requeridos. La elección no se ha producido y el Cónclave debe continuar. Para asegurar un color negro intenso y evitar confusiones (como ocurrió en algunos Cónclaves del pasado donde se usaba paja húmeda), hoy se añaden productos químicos específicos a las papeletas al quemarlas, como perclorato de potasio, antraceno y azufre.
- Humo Blanco (Fumata Bianca): ¡Este es el momento de la alegría! El humo blanco anuncia al mundo que los Cardenales han elegido a un nuevo Papa. Para producir este color, se utilizan otros compuestos químicos, como clorato de potasio, lactosa y colofonia (resina). Desde el Cónclave de 2005, la fumata blanca se acompaña también del repique festivo de las campanas de la Basílica de San Pedro para confirmar la noticia.
La Aceptación y el Nuevo Nombre
Dentro de la Capilla Sixtina, una vez que el escrutinio revela que un Cardenal ha obtenido la mayoría requerida de dos tercios, se sigue un protocolo formal:
- El Cardenal Decano (o el Cardenal de mayor orden y antigüedad presente) se acerca al elegido en nombre de todo el Colegio elector y le formula la pregunta crucial en latín: “Acceptasne electionem de te canonice factam in Summum Pontificem?” (¿Aceptas tu elección canónica como Sumo Pontífice?). El elegido es completamente libre de aceptar o rechazar.
- Si el elegido acepta (y ya es Obispo, condición habitual hoy en día), en ese mismo instante se convierte en Papa, Obispo de Roma y Sucesor de Pedro. Si, hipotéticamente, el elegido no fuera Obispo, debería ser ordenado Obispo inmediatamente antes de poder asumir el pontificado.
- Inmediatamente después de la aceptación, el Cardenal Decano le pregunta: “Quo nomine vis vocari?” (¿Con qué nombre nuevo Papa quieres ser llamado?). La elección del nombre pontificio es un acto personal y simbólico del nuevo Papa. A menudo refleja una devoción particular, un homenaje a predecesores, o una indicación del estilo o las prioridades de su futuro ministerio. Por ejemplo, el Cardenal Bergoglio eligió llamarse Francisco en honor a San Francisco de Asís, conocido por su humildad, pobreza y amor por la creación. Es una tradición no escrita que ningún Papa ha adoptado el nombre de Pedro II, por respeto al primer Apóstol.
- El Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, actuando como notario, levanta acta oficial de la aceptación del nuevo Pontífice y del nombre que ha elegido.
La Proclamación: Habemus Papam!
Mientras el nuevo Papa se retira brevemente a la sacristía adyacente a la Capilla Sixtina, conocida como la «Sala de las Lágrimas» (porque se dice que muchos recién elegidos lloran allí ante la magnitud de la responsabilidad), para vestirse con la sotana blanca papal (se preparan tres tallas diferentes: pequeña, mediana y grande, ya que se desconoce quién será el elegido), el Cardenal Protodiácono (el primero en el orden de los Cardenales Diáconos, actualmente el Cardenal francés Dominique Mamberti) se prepara para el anuncio oficial.
Poco después de la fumata blanca, el Cardenal Protodiácono aparece en el balcón central de la fachada de la Basílica de San Pedro, ante la multitud expectante congregada en la plaza y ante las cámaras de televisión que transmiten al mundo entero. Desde allí, pronuncia la fórmula tradicional en latín:
“Annuntio vobis gaudium magnum;
Habemus Papam!
Eminentissimum ac Reverendissimum Dominum,
Dominum [Nombre de pila del elegido],
Sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalem [Apellido del elegido],
Qui sibi nomen imposuit [Nombre Papal elegido].”
(Os anuncio una gran alegría: ¡Tenemos Papa! El Eminentísimo y Reverendísimo Señor, Señor [Nombre], Cardenal de la Santa Iglesia Romana [Apellido], que se ha impuesto el nombre de [Nombre Papal].).
Primera Aparición y Bendición Urbi et Orbi
Inmediatamente después del anuncio del Habemus Papam, el nuevo Papa hace su primera aparición pública en el mismo balcón. Saluda a la multitud, a menudo con unas breves palabras iniciales, y luego imparte su primera Bendición Apostólica “Urbi et Orbi” («A la ciudad y al mundo»). Esta bendición solemne, que normalmente se reserva para ocasiones especiales como Navidad y Pascua, tiene un significado universal y marca el inicio público del nuevo pontificado.
Estos rituales ancestrales, como la fumata o el Habemus Papam, demuestran un extraordinario poder comunicativo que trasciende las épocas. Nacidos en un mundo sin medios de comunicación masiva, conservan una fuerza simbólica y visual inmensa en la era digital. Logran condensar un proceso largo, complejo y secreto en mensajes universales, cargados de emoción y significado. En un panorama mediático a menudo saturado y fragmentado, la simplicidad dramática de una columna de humo blanco o el anuncio formal desde el balcón capturan la atención global de una manera única. Transmiten no solo el hecho de la elección, sino también la continuidad histórica del papado, su dimensión mistérica y su relevancia espiritual para millones de personas, demostrando cómo la tradición religiosa puede mantener e incluso potenciar su capacidad comunicativa a través de los siglos.
Ecos de la Historia: Cónclaves Memorables y Anécdotas Curiosas
El procedimiento Cónclave actual es el resultado de una larga evolución histórica, marcada por adaptaciones a las circunstancias cambiantes y por eventos que han dejado huella en la memoria de la Iglesia. Comprender esta historia Cónclave ayuda a valorar las normas vigentes y a contextualizar la elección papal.
Evolución del Proceso
En los primeros siglos, el Obispo de Roma era elegido de manera similar a otros obispos: por el clero y el pueblo de la ciudad. Esta falta de un procedimiento claro a menudo generaba conflictos y la aparición de antipapas. Un paso crucial fue el decreto del Papa Nicolás II en 1059, que reservó un papel preponderante a los Cardenales Obispos (los obispos de las diócesis cercanas a Roma) en la elección. Más tarde, el Concilio de Letrán III (1179) extendió el derecho de elección a todo el Colegio Cardenalicio y estableció la regla de la mayoría de dos tercios, que, con algunas intermitencias, ha llegado hasta nuestros días. La institución formal del Cónclave como reunión cerrada surgió, como vimos, tras la elección de Viterbo en el siglo XIII. A lo largo de los siglos, diversos Papas han refinado las normas a través de constituciones apostólicas, como Pío XII (Vacantis Apostolicae Sedis, 1945), Juan XXIII (Summi Pontificis Electio, 1962), Pablo VI (Romano Pontifici Eligendo, 1975) y Juan Pablo II (Universi Dominici Gregis, 1996).
Cónclaves Históricos: Extremos y Hitos
La historia registra Cónclaves de duraciones muy variables:
- Cónclaves más largos: El récord absoluto lo ostenta el ya mencionado de Viterbo (1268-1271), que eligió a Gregorio X después de 2 años, 9 meses y 2 días de bloqueo, principalmente entre facciones italianas y francesas. Otros Cónclaves largos notables incluyen el de 1314-1316 (Lyon, 2 años y 3 meses, eligió a Juan XXII) y el de 1415-1417 (Constanza, 2 años, eligió a Martín V poniendo fin al Cisma de Occidente). El último Cónclave particularmente prolongado fue el de 1830-1831, que duró 50 días y eligió a Gregorio XVI.
- Cónclaves más cortos: Después de que se estableciera un período de espera tras la muerte del Papa (inicialmente 10 días, luego 15), el Cónclave más breve parece haber sido el de octubre de 1503, que eligió a Julio II en cuestión de horas, posiblemente facilitado por acuerdos previos o simonía (compra de votos). En tiempos más recientes, destacan por su brevedad los Cónclaves cortos de 1939 (Pío XII, elegido en la tercera votación en menos de 2 días), 2005 (Benedicto XVI, elegido en la cuarta votación en unos 2 días), y 2013 (Francisco, elegido en la quinta votación también en unos 2 días).
- Pontificados más cortos: La brevedad de algunos pontificados ha obligado a convocar Cónclaves con poca diferencia de tiempo. Oficialmente, el pontificado más corto fue el de Urbano VII (1590), que duró solo 13 días antes de morir de malaria. Le sigue Juan Pablo I (1978), cuyo pontificado duró 33 días, dando lugar al «año de los tres papas» (Pablo VI murió en agosto, Juan Pablo I fue elegido y murió en septiembre, y Juan Pablo II fue elegido en octubre). (Nota: Esteban II fue elegido en 752 pero murió 3 días después, antes de ser consagrado obispo, por lo que no figura en la lista oficial de Papas).
Anécdotas y Curiosidades del Cónclave
Las anécdotas elección Papa abundan y ofrecen una visión más humana del proceso:
- La frase de Lambertini: En el Cónclave de 1740, bloqueado durante meses, se atribuye al Cardenal Próspero Lambertini (quien sería elegido como Benedicto XIV) haber dicho a sus colegas algo como: «Si queréis a un santo, elegid a Gotti; si a un estadista, a Aldrovandi; si a un hombre honesto (o según otras versiones, ‘un tonto’), elegidme a mí».
- La Domus Sanctae Marthae: La experiencia de las incómodas celdas improvisadas durante los dos Cónclaves de 1978 (que eligieron a Juan Pablo I y Juan Pablo II) motivó a este último a ordenar la construcción de la Domus Sanctae Marthae para futuros Cónclaves.
- Elección de no Cardenales: Aunque hoy es impensable en la práctica, el último Papa elegido sin ser Cardenal fue Urbano VI en 1378. Era el Arzobispo de Bari. Teóricamente, sigue siendo posible.
- El dicho popular: El proverbio vaticano «Quien entra Papa al Cónclave, sale Cardenal» refleja la frecuencia con la que los candidatos considerados favoritos (papabili) antes del Cónclave no resultan elegidos, a menudo en favor de figuras de compromiso o inesperadas.
- Confusiones con la fumata: Antes de la introducción de productos químicos específicos, el color del humo a veces era ambiguo, generando confusión y falsas alarmas en la Plaza de San Pedro. En 1958, por ejemplo, hubo momentos de incertidumbre sobre si el humo era blanco o negro. Incluso en 2005, una mala ventilación hizo que el humo invadiera la Sixtina.
Estas historias y anécdotas no son meros detalles pintorescos. Los relatos de Cónclaves bloqueados durante años, las sospechas de interferencias políticas o simonía en épocas pasadas, y la propia evolución de las normas sirven como un recordatorio constante de la tensión entre la dimensión divina y la fragilidad humana en la vida de la Iglesia. La historia actúa como maestra y advertencia, subrayando la sabiduría detrás de las estrictas normas actuales sobre el secreto, el encierro y la necesidad de una mayoría cualificada. Son salvaguardas institucionales, fruto de siglos de experiencia, diseñadas para proteger el proceso de elección de la politización, las presiones externas y la mundanidad, peligros que siempre acechan a un acto que debe ser, ante todo, de discernimiento espiritual. Refuerzan la necesidad imperiosa de la oración, tanto de los electores como de toda la Iglesia, para que prevalezca la búsqueda de la voluntad de Dios.
La Elección Papal: Un Acto de Fe Guiado por el Espíritu Santo
Más allá de los procedimientos canónicos, los rituales históricos y las dinámicas humanas, la elección del Papa es, fundamentalmente, un acto de fe arraigado en la teología católica sobre la naturaleza de la Iglesia y el papel del papado.
Dimensión Teológica: Sucesión Apostólica y Guía Divina
- Sucesor de Pedro: El núcleo teológico reside en la creencia de que el Papa es el sucesor de Pedro, el apóstol a quien Jesucristo confió de manera especial el liderazgo de su Iglesia, diciéndole: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mateo 16,18). El Papa ejerce el ministerio petrino, siendo la cabeza visible del Colegio de los Obispos, el principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad de la fe y de la comunión en la Iglesia. El Cónclave es el mecanismo divinamente instituido, aunque humanamente desarrollado, para asegurar la continuidad ininterrumpida de esta sucesión apostólica.
- El Rol del Espíritu Santo: La Iglesia confía firmemente en que el Espíritu Santo Cónclave guía a los Cardenales electores en su discernimiento. La solemne invocación del Veni Creator Spiritus al inicio del Cónclave, las pausas dedicadas a la oración y al diálogo, y la oración de toda la Iglesia durante esos días son expresiones tangibles de esta fe en la asistencia divina. Se pide al Espíritu que ilumine las mentes y mueva los corazones de los electores para que elijan a quien Dios quiere.
- Libertad Humana y Gracia Divina: Esta confianza en la guía del Espíritu Santo no implica, sin embargo, una especie de determinismo divino o una anulación de la libertad humana. Los Cardenales electores conservan su libertad y, por tanto, su responsabilidad. Pueden, por debilidad, intereses personales o criterios mundanos, resistirse a la moción de la gracia y no elegir al candidato más idóneo según Dios. La elección papal es, por consiguiente, un acto humano –la votación de los Cardenales– que la Iglesia cree es elevado, asistido y guiado por la gracia divina, pero no mecánicamente determinado por ella. La elección es válida canónicamente cuando se cumplen las normas, pero su bondad última depende de la docilidad de los electores al Espíritu. De ahí la inmensa responsabilidad que pesa sobre ellos y la importancia de la oración de toda la Iglesia.
Relevancia para una «Iglesia en Salida»
En el contexto actual, marcado por el pontificado de Francisco y su llamado a una Iglesia en Salida, la elección del nuevo Pontífice adquiere una relevancia particular. El Cónclave no es un evento aislado del mundo, sino un momento decisivo que orientará el rumbo futuro de la Iglesia en su misión evangelizadora.
Se busca elegir a un pastor que, como sucesor de Pedro, tenga la misión de confirmar a sus hermanos en la fe (cf. Lucas 22,32) y de guiar a toda la Iglesia en el anuncio del Evangelio a todas las gentes, especialmente a los más alejados y a las periferias existenciales y geográficas, con un espíritu de misericordia, diálogo y cercanía. La elección es un momento para discernir quién puede liderar mejor a la Iglesia en los desafíos del siglo XXI, manteniendo la fidelidad a la tradición pero con creatividad misionera.
El Cónclave, en sí mismo, puede ser visto como un microcosmos de la Iglesia universal. Reúne a líderes de diversas culturas y contextos, con sus variadas perspectivas y sensibilidades pastorales, reflejando la riqueza y también las tensiones presentes en la Iglesia global. El proceso mismo –con sus reglas precisas, su dependencia de la oración comunitaria y personal, la búsqueda de un consenso amplio que supere las divisiones (la mayoría de dos tercios), y la tensión inherente entre la fe en la guía divina y el ejercicio de la libertad humana– refleja en pequeña escala la vida misma de la Iglesia en su peregrinar histórico. No es un evento ajeno a la Iglesia, sino un espejo de ella en un momento crucial. Para una «Iglesia en Salida», el Cónclave representa un intenso ejercicio de escucha sinodal –escucha del Espíritu Santo y escucha mutua entre los Cardenales– para discernir comunitariamente quién es el líder que Dios provee para animar y guiar esa misión evangelizadora en el tiempo presente. Es, en última instancia, un acto que reafirma que la Iglesia, aunque visiblemente liderada por hombres, confía su destino a la guía providente de Cristo y del Espíritu Santo.
Conclusión: Oración y Esperanza ante el Futuro
El proceso de elección del Romano Pontífice, desde la declaración de la Sede Vacante hasta el gozoso anuncio del Habemus Papam, es mucho más que un conjunto de normas y rituales. Es un evento de profunda carga histórica, simbólica y teológica que manifiesta la fe de la Iglesia en la continuidad del ministerio petrino y en la asistencia constante del Espíritu Santo. El Cónclave, con su secreto, su oración y su búsqueda de consenso a través del escrutinio secreto por parte de los Cardenales electores reunidos en la Capilla Sixtina, es el corazón de este momento crucial.
Tras el hipotético fallecimiento del Papa Francisco, la Iglesia se encontraría nuevamente ante este tiempo de discernimiento. Para los fieles, especialmente aquellos comprometidos con la visión de una Iglesia en Salida, este es un momento privilegiado para la oración. La invitación es a unirse espiritualmente a los Cardenales electores, pidiendo al Espíritu Santo Cónclave que les conceda sabiduría, fortaleza y docilidad para elegir al pastor que Dios tiene preparado para guiar a su pueblo en los desafíos actuales.
La historia nos muestra que la elección del sucesor de Pedro no siempre ha sido fácil, pero la fe nos asegura que Cristo no abandona a su Iglesia. Más allá de las especulaciones y las tensiones humanas que puedan surgir, la elección papal es una manifestación de la esperanza cristiana: la confianza en que Dios sigue actuando en la historia y proveyendo a su Iglesia de los pastores que necesita para continuar su misión de salvación hasta el fin de los tiempos (cf. Mateo 28,20). Que la espera de la fumata blanca sea un tiempo de oración intensa y de renovada confianza en la Providencia divina que guía los destinos de la Iglesia.